Eran las tres de la mañana Tamara y Martina se habían encontrado aquel día, sólo que esta vez Martina no había huido, quería tanto sostenerla en sus brazos, sentir su aroma, ver sus pestañas adornar esos grandes ojos que tanto le habían hecho soñar. Tenerla cerca y poder escuchar su risa, y contemplarla sin dolor, tal vez era la recompensa a algo que no tenía idea que. El día estaba soleado, eso hacía que sus ojos brillaran más. Como disfrutaba el brillo de sus ojos, las pausas que tomaba articular las palabras, incluso como movía sus manos para acomodar su pelo. Había pasado tanto tiempo y sin embargo era como si ni un sólo día se hubiera interpuesto entre sus historias.
Las horas pasaron tan rápido, que tal vez no fueron suficientes para todas las cosas que Martina quiso decir, pero que en realidad no pronunció ni una sola. Tal vez sus ojos hacían reflejos de todas las palabras que en el tintero y tal vez comprendió que así sería más fácil, todo lo que no se dice tiene la cualidad de ser mejor escuchado.
El sol iba bajando & Martina sabía que el tiempo se iba acabando, era como si hubiera comprado un pedazo de esa infinita magnitud y que esta llegaba a su fin. Sabía que unos minutos, Tamara cruzaría la calle y seguramente no la volvería a ver. Su silencio había pronunciado cada detalle, prudentemente en su cabeza deseo tenerla como siempre, caminando de su mano pero no podía. Prudencia no lo permitía y cordura aseguraba que no sería buena idea. Gente grata y estos finales ingratos. Final. Que miedo.
El tiempo se agoto y tuvieron que despedirse de nuevo, decir adiós de nuevo era lo de menos, en muchas oportunidades, lo difícil sería saber era a donde iría luego de despedirla o tal vez seguir su camino sin mirar hacia atrás y correr para detenerla, mirarla y decirle. Ven, vamos hay que huir. Una estrella fugaz me dijo que teníamos que luchar. Pero Martina no podía decir nada, sólo la miro abrió la boca pero ningún saludo salió articulado. La valentía se le había ido navegando en el barquito de papel, que había construido hace rato para navegar en la tormenta pasada. La sensatez era su droga ahora y debía respetar.
Le pidió que se cuidara que por favor no dejará nunca de ser feliz, tal vez sólo así sería completo su remedo de felicidad junto a ella.
-Siempre te imagine, despertando en la mañana a mi lado y yo pidiéndote que no fueras a trabajar. Te imagine corriendo por los pasillos de la casa, en el jardín jugando con el perro, el gato y los niños. En un día soleado sobre el pasto, queriendo alcanzar las nubes, en las noches con un par de velas y una cena improvisada. En la playa, caminando, en el bosque corriendo, Leyendo tus labios a lo lejos, escuchando tus miradas, sintiendo tus latidos, dejando todo a tu lado.
-¿Martina?
Martina se había quedado mirando a lo lejos pensando en que decir.
-No te vayas, cruza la calle conmigo, quédate. Mírame…
-Cuídate.
Le dio un beso en la mejilla y guardo su aroma para siempre en la memoria.
-Te amo susurro. Hasta siempre.
Martina caminó y caminó, hasta que se sintiera segura que si miraba atrás ninguna imprudencia sería cometida, camino y camino y supo que jamás nadie borraría a Tamara de su vida.
ME ENCANTO!!!!!!QUE HERMOSA DESPEDIDA, EL MIEDO SE DILUYO Y TRIUNFO EL AMOR DE LLEVARLA EN SUS SENTIDOS....
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