Lirios
Ha pasado mucho tiempo, que vaina...” Martina empezó a leer en un arrugado papel que encontró en un cajón donde estaba buscando una caja de fósforos para encender su cigarro. Estaba cansada y no recordaba un día cercano de una noche placentera de sueño. Sus párpados le pesaban, a pesar de lucir como una hermosa joven de 25 años su alma había envejecido con tanta rapidez que no entendía cuándo había sucedido esto. Cerró los ojos y encontró la respuesta, ese momento en el que unas tijeras doradas habían cortada la delgada línea del destino. Tuvo un nudo en su garganta y sus manos empezaron a sudar. Durante cinco años no había recordado ese momento, a pesar de vivir con el peso de ese día en su mente. Martina volvió a cerrar los ojos, tratando de que esa acción borrara ese recuerdo, no obtuvo resultado.
Enojada con sí, encendió su cigarrillo y vio el humo azul salir sentía que su alma estaba en el cuerpo equivocado, no quería tener tan claro ese momento en su mente. Aspiró un poco más y el sabor a nicotina la transportaron un poco a aquellos besos llenos de veneno. Se dijo -no más- Y encendió la radio, el locutor comentaba que su franja estaba por terminar, estaba listo a recibir las últimas llamadas de los desesperados oyentes buscando a sus familiares. Un hombre empezó a hablar. Martina no prestó mucha atención, no solía escuchar la radio, estaba tan lejos de casa que no había perdido contacto alguno con la realidad de su país.
El hombre siguió hablando, era una voz tan voz tan familiar que le dio una extraña sensación en la espalda. Pensó que estaba demasiado perturbada por encontrarse con ese recuerdo navegando en su mente, que se dijo con cierta gracia que estaba alterada y cualquier cosa le nublaría la mente.
Aspiró su cigarrillo que ya se acababa y escuchó que el hombre en la radio buscaba a alguien con su nombre y pensó que no era la única con ese feo nombre, algo de pesar pasó por su mente se sintió identificada y empezó a prestar atención. El hombre en la radio comentaba que hace cinco años estaba buscando a esta mujer Martina, había partido hacia otro país y nunca más tuvo rastros de ella.
Pidió que por favor si alguien sabía de ella se comunicaran a sus líneas telefónicas. Martina anoto el número sin saber porqué y sintió que el nudo en su garganta se tensionaba mas. Bajó a su cocina se sirvió un trago de vodka y empezó a pensar que llevaba mucho tiempo lejos de casa, perdiendo contacto con las personas que nunca había pensado dejar & ese papel encontrado en su cajón, pasó por sus ojos de nuevo.
Lo había metido entre el bolsillo de su pantalón así que continuó leyendo. Le pareció muy gracioso como en su temprana juventud había aventurado tanto acerca del futuro y lo perfecto que sería. Nunca pensó que sus planes fracasarían, tenía tantos lujos ahora, sin embargo nada se comparaba a lo que en aquella época tuvo. Se puso de pie, cerró los ojos, movió su cuello y pensó que era tarde debía descansar. Subió a su habitación, completamente desordenada como si un huracán hubiera pasado tan solo por allí. Se recostó en la cama y pensó en cuanta falta le hacía una compañía a la hora de dormir y ahora ese horrible frío se había trasladado a su estomago. Se consumió en el mar de recuerdos que la ahogaban y cayó en un sueño en el que no caía hace meses.
Tamara corría entre los charcos dejados por el reciente aguacero, sostenía su guitarra en una mano y de la otra me sostenía a mí. La lluvia no importaba, mientras las cuerdas de la guitarra no se rompieran, todo estaría bien. El viento soplaba y mi pelo bailaba al ritmo de sus silbidos, era la sinfonía perfecta, tus manos, las notas de la guitarra y mi pelo que bailaba. Tuvimos días de sol, de lluvia, de sueños, de total oscuridad. Pero los teníamos. Tan invencibles como siempre. La piel de Tamara susurraba siempre. Mis sentidos se desprendían a su
contacto. Las noches llegaban, pero la oscuridad era tan solo un ingrediente a nuestra locura, a nuestros picos de amor. Los ojos de Tamara,iluminaban las noches, mis días, mis caídas, iluminaba la vieja estación de trenes.
Martina se despertó confundida. Era la madrugada y el sol se burlaba de su reciente estado de ánimo, era tan brillante que le preocupaba, que la cercanía con él fuera a quemar su piel. Bajó a la cocina tomo unas cuantas tazas de café y su agenda a la derecha le recordó que estaba rebosando de compromisos. Tomo una fría ducha, era un día extraño, el clima de la semana había sido constante y de repente aquel satírico sol auguraba que lo venidero no sería algo que Martina quisiera vivir. Salió de su casa con la sensación de que no regresaría. La rutina la agobiaba. Caminando por la calle, una mano la detuvo, sin saber cómo, porqué. Ahí estaba él.
Destellos pasados.
Un día vamos a estar lejos, en una montaña y no vamos a necesitar nada más. Un día una sinfonía de peces van a arrullar a los niños, un día sólo tú y yo. Un día un gato y un perro, un día sin ropa en el lago, un día bajo la luna, un día por siempre.
-Martina, no lo creía, no entendía.
La estación de trenes estaba sola, el tren número 14 acababa de partir, tenía unas flores en la mano, sus ojos inundándose en la tormenta de su vida y Tamara partiendo. No te vayas susurró. Ya no alcanza, mi tren me espera, mi oportunidad espera. El tren anuncio su partida, sus manos se desprendieron, el humo azul se desvaneció y ahora solo tenía sus flores. Llegando a casa a la montaña, sin peces, sin luna, con ropa.
Martina, volvió en sí.
-¡Martina!
Martina lo miró sin decir nada.
-¿Cómo estás?
Después de tanto tiempo, esa pregunta.
-Te he buscado.
Nunca volviste Tamara, tantos días a tu sombra y nunca regresaste, te espere en la estación de trenes, te espere en los charcos, en los árboles, en mis bolsillos y nunca volviste, nunca regresaste. Aquí estoy. No estás.
Martina se trago su parlamento.
-Bueno coincidencias.
Martina lo miró indiferente.
-Espera tengo algo que decirte.
-No tengo tiempo.
-Escúchame
-Hazlo tú.
Este es mi amor para ti, esto que es sólo tuyo, este que me enseño a ser, esto que me moldeo, esto que sólo te quiero dar a ti, éste que no puede estirar mas, este que no quiere soltar mas, este que no nada contra la corriente porque se le olvido nadar porque le indujeron la amnesia. No me sueltes.
-Tengo que irme, me esperan.
Martina trago de nuevo su parlamento.
lunes, 21 de marzo de 2011
domingo, 20 de marzo de 2011
A ti.
La luna haciendo estragos sobre la ciudad. Como no tengo a quien hablarle, te hablo a ti. A ti que no existes, a ti que vas a venir a rescatarme, pero tardas porque no encuentras la ruta. A ti que lo cruel te lo quitaron del genoma, que el desprecio no se asoma en tus ojos & la idea deslealtad no se pasea por tu cabeza ¿Dónde estás? Dónde están tus ojos que son sólo para mi, que tus manos no desean nada mas, que no esperas escuchar de nadie mas, que correr bajo la lluvia no tiene problema alguno, que tu mundo es mío & nadie mas podrá tenerlo. Han pasado unas cuantas horas & sigues sin aparecer ¿Dónde estás? Las lagrimas siguen cayendo & tú no estás. Te sigo hablando a ti que romperás mi rutina, que te quedaras horas escuchando sin importar si hay algo más que hacer, a ti que no existes. Todos están cuando hay que celebrar, tu estarás cuando no haya nadie, estarás hoy, que nadie se detiene a preguntar, que tu mano secara cada una de las lagrimas & con paciencia & mil muecas sacaras una sonrisa, a ti que no existes. La soledad no me funciona, pero si estarás para aniquilarla. Y así gasto horas, en un imaginario de ti, que en algún lado estás que no tardas & este mal pronostico reciente, muchos dicen que fin tendrá, mientras tanto espero a que tú tomes forma & ya no tenga que esperar más...
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